De Siervo

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“El que está en Cristo nueva criatura es, las cosas viejas pasaron, he aquí que todas son hechas de nuevo.”


Cuando el apóstol Pablo nos dice estas palabras, no está llamando, ni mucho menos, a que olvidemos nuestro pasado. Creo, en realidad, que Dios quiere, más bien, que de vez en vez echemos un vistazo al “antes” y lo comparemos con el “ahora”, para tener una medida más exacta de cuanto él ha cambiado nuestra vida.


Personalmente, cuando doy un “paseo” por mi pasado, me maravillo y comprendo como Dios, lejos de lo que expresan algunos, sí obra milagros en estos tiempos. ¿Qué era yo hace apenas cuatro o cinco años? El más iracundo, odiador, maldiciente, ladrón, lascivo, autosuficiente, irrespetuoso, agresivo, hipócrita, irónico, mentiroso,… de todos los hombres. Y, ¿qué creía ser? Me sentía un ser noble, inteligente, respetuoso, decente, pobre, honesto incomprendido… ¡Vanidad! Ahora, aunque no soy para nada perfecto, me siento un hombre, en cierta medida, inteligente, pues Dios me ha dado sabiduría para comprender toda mi maldad.


Hace algunos días tuve la experiencia más triste de mi vida cristiana y soporté la mayor vergüenza que he pasado en cincuenta años; ¡pero lo hice con estoicismo! Y siento el gozo de confesar que lejos de destructiva fue nada menos que EDIFICANTE. Aprendí cinco lecciones:

Que es fácil amar al que te ama, pero no resulta nada grato hacerlo con los que te ofenden… ¡Y ya puedo!

Que es más fácil ver la paja en el ojo ajeno que la viga en el ojo propio… ¡Y ya la he visto!

Que hay que respetar las autoridades de la tierra, porque ellas han sido instituidas por Dios y sólo por él caen o se sostienen… ¡Y lo he aprendido!

Que hemos de mostrar humildad en todo momento, pues se necesita más valentía para humillarse que para rebelarse… ¡Y puedo humillarme!

Que mi diario vivir, el testimonio de mi vida, quizá sea la única Biblia que algunas gentes lleguen a leer. Por lo que, amando al que me ofende, reconociendo mi culpa,
respetando a las personas que están en preeminencia y humillándome, puedo lograr a veces más en la salvación de una persona, que predicándole el evangelio o regalándole una Biblia. Le doy gracias a Dios por haber permitido que pasara esta prueba y le pido, que si son para madurar como cristiano y crecer en la fe, siga consintiéndolas.

Pero sobre todas las cosas, le doy gracias a Dios, porque tres días después, recibí de la misma persona que Dios permitió que me probara, el mensaje más inesperado y conmovedor que pudiera esperar. ¿Será acaso que leyó la Biblia de mi vida o de otro hermano?


Solo sé que siento el gozo de saber que Dios puede un día cambiar otras vidas como ha cambiado la mía. Y me siento el hombre más valiente de toda la tierra. Ya no soy aquel que aparentaba ser “bravo” y huía con la sola caída de la hoja de un árbol… ¡Ahora derribo muros y muevo montañas!,/font>

Gracias te doy Dios, por haber aprendido lo que me dice tu Palabra, respecto a perdonar al hermano en Mateo 18:22 …no te digo que hasta siete, sino aún hasta setenta veces siete.”


Este tema no es de nuestra autoria...

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